martes, 15 de febrero de 2011

La causa.

¿A qué se debe eso que tanto me aflige?

Es una manera como otra cualquiera de preguntarnos por lo que nos causa. Algo incita nuestro comportamiento, nuestros pensamientos, más aún, nuestra manera de sentir, y toda explicación que queramos darnos acerca de ese algo, por conformes que estemos con ella, siempre deja un poso del que pocas ganas nos quedan de encontrarle, a su vez, explicación.

Por pretender agotar el enigma, finalmente, es uno el que acaba agotado.

Partamos de ahí, de un enigma que nos constituye en un origen. Somos seres originalmente enigmáticos. Cualquier indagación toparía con un límite. Pero hacer frente a ese límite es tanto como ubicarnos ante las puertas de la misma causa.

Podríamos hacer una lectura negativa de esta limitación, decir que, ubicarnos ahí, no es más que quedarnos a las puertas. Pero me inclino por algo más positivo, contemplar esas puertas como el paso a cualquier parte. Allí donde el enigma abre un abismo para el saber, todo está por suceder.

De eso se trata, del límite de un saber, al tiempo que el saber se relanza.

Lo que nos causa, no está escrito en los términos con los que acostumbramos a definirnos: estoy de tal o de cual humor, me siento así o asao... Distinto es que cuestionemos a esos términos más allá de como suelen sonarnos.

Un psicoanálisis promueve una escucha, que en un principio se le atribuye en exclusiva al analista, gracias a la cual lo que se dice resuena de otro modo. Atendiendo a lo presuntamente irrelevante, a lo banal, a lo que puede presentarse como desechable, el que se analiza, ira construyendo una historia precisamente en función de lo que no sabe. Situación ejemplar para confirmar que la historia no está escrita. Y para comprobar que fijar en un lugar un saber determinado conlleva precisamente quedar de-terminado. Cuando de lo que se trata es de no dejar de empezar. Contando además con lo vivido.

De manera que aquel que en análisis comienza preguntándose por la causa, terminará por saberse causado por lo que está por venir. Y me pregunto, ¿donde ubicar entonces el origen?

5 comentarios:

  1. Ni El nuevo ni la gallina, que difícil es la condición humana. Una cosa que me ha enseñado el psicoanálisis es que a pesar de lo terribles que somos a menudo los seres parlantes, al tiempo somos todos un poquito héroes por seguir adelante con el peso de esa cosa tan rara que es la angustia, motor y lastre de nuestra existencia.

    Me ha gustado mucho la entrada.

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  2. Gracias Germán,

    qué curioso que el huevo en tu comentario luzca como nuevo. Y sí, cada objeto que ocupa ese lugar vacío, originario, está destinado a caer. Como cae cada nuevo huevo.

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  3. huevo nacemos y en nuevo nos vamos transformando...me gusta mucho.

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  4. El mismo Freud utilizó al huevo como metáfora para referirse al psiquismo.
    Aunque el psiquismo puede estudiarse a manera de determinismos, en parte estamos limitados a hacerlo de esta manera, y suele pasar que uno llegue al diván buscando causas, en donde abriendo la escucha ese uno mismo escindido, a partir de la escucha del psicoanalista, podemos analizar y ver nuestros fragmentos para tener la posibilidad de reconstruir de otra manera, aunque a veces se prefiera repetir el mismo diseño, termina por ser diferente, repetido pero reelaborado.
    Ni el huevo ni la gallina, ni cultura ni represión.

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  5. Mejor sintetizado todavía. Muy preciso Antonio.

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